1 feb 2008






24 DE ABRIL DÍA DE LA ¿INDEPENDENCIA? LEONESA




TRIBUNA
Laureano M. Rubio PérezLa Historia, con mayúsculas, en su empeño por constituirse como ciencia social del hombre, como tal ciencia, ha de ir más allá del mero suceso, dato o planteamiento erudito y buscar en su análisis la explicación a cualquier proceso histórico seguido por los pueblos a partir de un marco estructural desde el que se define el sistema dominante. Dicho esto, en los últimos días estoy asistiendo, lleno de perplejidad, a un debate en el que, pese a las invitaciones, no he querido entrar, debate que no sólo es superfluo o inútil, sino que, desde la mera erudición dominante en estos pagos, no sólo se aleja de mi concepción de la historia y de la función de los historiadores, sino que ante la sociedad deja a la ciencia histórica en muy baja consideración. Que la ciudad de León y los leoneses
fueran los primeros en alzarse contra el tirano francés o que la denominada Guerra de la Independencia se inicie, aquí o allá, el 24 de abril o el 2 de mayo, a mí como historiador o al protagonismo identitario y derechos históricos del pueblo leonés, del Reino de León y de la región leonesa, nos la traen al pairo,
como diría un cazurro. Los historiadores y la Historia deben de estar para cosas y empresas más importantes, toda vez que al día de hoy la denominada historia política tradicional, es decir de fecha, suceso e historieta, ya no se sostiene más allá de lo que es y del concurso televisivo. Lo que tenemos que hacer los historiadores es estudiar realmente el marco de las estructuras leonesas , sus permanencias, cambios y comportamientos en esa importante fase para la Historia de España y para el Reino de León, que es la que va desde finales del siglo XVIII a mediados del siglo XIX. Que yo sepa ni la ciudad de León, ni las tres provincias de un reino que envió, al margen del reino de Castilla, a sus propios procuradores a las Cortes de Cádiz, posee en estos momentos estudios serios y completos para conocer aspectos básicos referentes a la evolución de sus estructuras. Pero, por si esto fuese poco, últimamente han entrado en el supérfluo debate todo un conjunto de colegas castellanos, «dicesen» historiadores de la Edad Contemporánea, que a modo de proyectil antileonesista, y tal como lo han manifestado con anterioridad en otros foros como fervientes autonomistas castellano-leoneses, se atreven a opinar alegremente sin haber investigado en profundidad la problemática y sin caer en la cuenta de que es una cuestión superflua e indiferente para la Historia seria. Estos colegas parecen molestos porque los leoneses busquen referentes sociales para hacer lo que el resto de los pueblos de España han hecho, incluso los propios castellanos, es decir, enfatizar sobre los derechos históricos y la identidad diferencial del Reino de León y de la sociedad leonesa. Resulta paradójico lo poco que se han preocupado estos sesudos historiadores por hacer justicia historiográfica a este viejo reino y a su singularidad plenamente manifestada social e institucionalmente en ese siglo XIX que dicen conocer. Los que hemos estudiado la población, la sociedad y la economía de estas tierras sabemos que lo importante para la Historia y para el debate histórico es dar respuesta a estos y a otros interrogantes: ¿quien dirigió los alzamientos o atizó a una sociedad sumida en la miseria y no recuperada de la crisis económica de 1804 y 1805 y bajo qué pretensiones? ¿qué intereses había detrás de los afrancesados y de los antiafrancesados? ¿qué papel jugó la corona y los grupos privilegiados y por qué la sociedad campesina no vio en las ideas reformadoras de la Revolución Francesa aires de libertad a la hora del pago de los diezmos y rentas feudales? ¿qué aportaba la monarquía francesa frente a los viejos borbones españoles, especialmente con un nefasto reinado y el retroceso pleno de los tímidos avances del reformismo ilustrado del siglo anterior?. Estos y otros muchos interrogantes son los que nos deben ocupar a los historiadores y dar a conocer a la sociedad que nos paga. En este mismo orden y al hilo del supuesto problema o «fraude»creado por los dirigentes políticos leoneses al fijar la festividad en cuestión, pienso que nuestros gobernantes ni andan finos ni tienen claro lo que quieren defender con tal conmemoración.

Si tan defensores son de los derechos históricos de León, lo que deben hacer es instaurar definitivamente la fiesta del 24 de Abril como el día del Reino de León, pues por lo menos tiene más peso histórico que la simple batalla de Villalar. Y para terminar, tan solo decir que sería poco menos que «cachondo» que todo un elenco de historiadores castellanos pudiesen decidir cuándo y dónde podemos los leoneses hacer nuestras fiestas, o si son representativas o no del pasado histórico. La respuesta ante tal osada intromisión, en el marco de una España en la que se ha reinventado la Historia y se ha enseñado a la medida de los grupos de poder, se han inventado regiones y comunidades autónomas artificiales, a la vez que se le ha negado el pan a regiones históricas como la leonesa, es muy clara: los ciudadanos de León celebramos esta fiesta y otras fiestas porque lo manda la autoridad competente y , sobre todo, porque nos sale... del alma.

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